viernes, 20 de febrero de 2009

A mi nombre

Y es que sonrío cada vez que te recuerdo. De día tan básico; común. De noche tan largo, tan necio. Tan necio como el viejo que te puso La Esperanza que alguna vez ocultaste, que alguna vez te dio verguenza. Tu gris abuelo, que no quiso agraviarte con tu cuasi apellido, Ana María De La Esperanza; sino quiso obsequiarte un legado, homenaje a su difunta amada. Aquella que recordará sin pausa cada domingo, cuando tenga el calor de tu beso, y compartan el ardor de un Black and White en su casona solariega.