Jamás había sentido tal apego por las ventanas de emergencia.
III
A Mario Mejía le arrancaron de sus posaderas, el bolsillo trasero con un Motorola U9, mientras salía por una boca de la muralla a mirar la Batalla de Flores de la avenida Santander. A sus compañeras de oficina sólo les quitaron 200 mil pesos. Todo esto pasó bajo la nube espumosa de unos mañosos ágiles, una hora antes de que apuñalaran a uno de los asistentes, fuera de los palcos de Cerveza Águila, de un bando que le copió nombre a la parranda de la vía 40 en Barranquilla.
Este año "tuvimos 4.941 consultas por herida de arma blanca, nueve fueron por heridas de arma de fuego, a primer nivel consultaron nueve pacientes quemados por pólvora" dice el director del Centro Regulador de Urgencias de Cartagena, Álvaro Cruz. Otros 4.000 asistirían a consultas por riñas callejeras, accidentes de tránsito y atracos, mientras sobre los muertos, ninguna entidad tendría certeza hasta el momento.
El periodista Luis Carlos Campo contó con la misma suerte que Mario. En las dos veces que ha asistido al bando de san Diego ha sido robado. La última fue por unas damas coquetas que le rociaron espuma mientras estallaba un buscapié, y el aguardiente acababa entre centenares de petardos ilegales que reventaban en sus cabezas y en las de los guerreros, que este año, dejaron a 14 quemados oficiales, según el Departamento Administrativo Distrital de Salud.
La cifra de quemados por pólvora y fuegos artificiales incrementó un 100 % en relación al año anterior. Cifra que no incluyó la muerte de dos niños de dos y cuatro años que ardieron en las brasas de su casa maderada en La Candelaria, mientras, el Cuerpo de Bomberos presume, sus padres, se embriagaban con la hiel y la música de las fiestas de Pedro Romero.
Por infortunio Miguel Ángel Plaza conoce este sabor. Su amigo Alexander Contreras murió abaleado mientras ambos hostigaban a un hombre con agua y harina que se escapó en una motocicleta, propinando disparos, en un retén improvisado para comprar ron, según cuentan testigos del sector de Henequén.
Esta casa vive la tragedia de Alexander Contreras, muerto por participar en un “retén”.
-Es que desde el mismo momento en que te agreden con aceite, con palos, con mierda o a cambio de plata tú estas en el derecho de defenderte,
comenta Jerónimo Cuesta, mientras vamos en el carro que el 14 de noviembre, en el auge de las festividades de independencia, intentaron partirle en un retén en las inmediaciones de Olaya Herrera a cambio de plata.
-Desde ese momento hasta el niño deja de ser un niño, se vuelve delincuente,
susceptible a cualquier agravio, pues, entre otras cosas, en noviembre el trago y el vicio son las constantes, y nadie tiene asegurado la reacción del otro desconocido, ese, a quien se agrede por mala costumbre.
IV
El bandito de las Gaviotas del día 13, famoso por sus guerras de buscapié y sus predecibles riñas, contó este año con una participación masiva de aproximadamente dos mil aficionados a la pólvora, pese a las amenazas de muerte que sufrieron dos de sus organizadores, entre ellos Irma Jiménez, para que no se realizara el evento.
-El bando comienza a llenarse una vez acaba el desfile, después de 6 de la tarde
me dijo alguien a quien llamaremos Jota, que asiste asiduamente a rebuscarse, sin querer herir a nadie, con la venta de estos explosivos que se consiguen desde 200 pesos, dependiendo del cliente, y se venden incluso con “tombos” enfrente, muy a pesar de las prohibiciones.
Jota, quien el resto del año trabaja como lavador de carros, se hace hasta 40.000 pesos en una noche mala con la sola venta de este artefacto enrollado con cinco centímetros de papel y pólvora. Un compuesto peligroso por su difusión irresponsable, que puede comprometer la vida de muchos infantes en estas fiestas que hace años perdieron su horizonte y se volvieron festín de los atracos y el vandalismo.
-La espuma es igual de nociva que la pólvora
alega, mientras se toma una “fría” y me cuenta que un familiar suyo perdió la visión totalmente hace veinte años, cuando le arrojaron varias bolsas con Cal aguada, que se deslizó en su cara, blanca y ardiente, haciendo noche sus días y desgraciando la celebración del triunfo de Lizeth Yamile Mahecha, señorita Atántico 1989.
-¿Y dónde está su primo en estos momentos?
-Dándose mecedor en alguna terraza de Baranquilla.
¿Y dónde se meten los “tombos” en esos momentos?
V
Por casualidad, escucho la respuesta al jurado de la señorita Bolívar y decido cambiar de canal.
- Este país tiene su gente que es pujante y berraca, tenemos de todo, tenemos mares y tierras hermosas y tenemos las reinas que es lo mejor que hay en este país.
Son sus tres razones para convencer a un extranjero de visitar Colombia. Mientras la Señorita Cundinamarca responde a una pregunta estética:
- La persona hace al vestido, no hay nada más importante que la actitud.
Me avergüenza pensar que durante 75 años Cartagena haya celebrado con ahínco un certamen que premia una belleza que termina hasta donde llega la boca. Una belleza que desplazó los antiguos cabildos que desfilaban en honor a la independencia, a la igualdad y a la libertad lograda en ese 11 de noviembre. Un evento social millonario que divide como el muro de Berlín, y reproduce en las pantallas a una Cartagena rica, la de Raimundo, sus niñas, sus eventos, yates y cocteles, y la Cartagena pobre donde el pueblo se malgasta en dos semanas y se acaba mutuamente de riña en riña.
En la mañana del martes 17 despierto con una nueva soberana, la señorita Bolívar, mientras leo las estadísticas de las festividades de independencia en la prensa española, y Campo Elías Teheran Dix comenta con un “bang bang” que el sicariato ha despertado como demonio durante esta primera quincena. Ya mi boca ha sanado. Ahora sí puedo alejarme de las ventanas de emergencia de las rutas de Bosque-Crisanto Luque, por lo menos hasta febrero, cuando despierta noviembre.