jueves, 3 de mayo de 2007

La paradoja entre lo divino y lo oculto


¿Crees en los milagros? Algunos casos curiosos nos inducen a dudar sobre la certeza de la ciencia y la razón, exaltando el poder de la mente, la fe, lo místico, lo oculto.

Casos como el de Araceli*, quien en el 93 padeció un cáncer de mama diagnosticado no por la medicina sino por fuerzas incomprensibles para el estándar humano, son los que relativizan la actividad milagrosa.

Hoy con 65 años, ella agradece a Dios por tenerla con Mónica* su hija, y reza cada día por su protección pues aún cuando son fuertes de espíritu, reconoce que nunca falta aquel que quiera perjudicarlas, como lo hicieron en su tiempo con otros miembros de su familia que hoy reposan plácidos en los “Jardines de Cartagena”.

I. La montaña llegó a Mahoma

Araceli nunca sintió la enfermedad. Todo se dio por casualidad.


El punto de partida fue aquel sancocho en casa de Inés*, su cuasi hermana y cómplice laboral.
Al entrar, una amiga de Inés percibió en Araceli energías pesadas, indagando que algo raro ocurría. “Le están haciendo un trabajo a su amiga”, dijo. Amaneció. Inés telefoneó a Araceli. Le contó la sensación de su inquilina y pidió que buscara ayuda urgente.

***
Usted se preguntará ¿Qué es eso de “hacer un trabajo”?
Cuenta Araceli –creyente de Cristo- que no hay que ignorar la existencia de la brujería, pues hay distintas facciones de la maldad.
“Un trabajo lo hacen hechiceros, brujos o cualquier persona con aptitudes esotéricas (ocultas), místicas (espirituales o divinas), o incluso demoníacas, con el fin de someter la voluntad ajena a lo que el solicitante desee”.
Desde ataduras de amor, hasta supuestos ataques y enfermedades. Lo que sea. Los precios varían según la severidad del asunto y la experiencia del brujo.

***


Sigamos con nuestra historia.

Ali incrédula aunque intrigada, no se inmutó por ayuda. Esta vez la montaña fue quien llegó a Mahoma. Pasó un mes. Sentada en su terraza, bromeó como de costumbre con una vecino-amiga que pasaba casualmente acompañada.
Una de ellas tuvo sed y desde la esquina retornaron a pedir agua. Araceli trajo el vaso. “No. Tráigalo en un vaso de cristal transparente y al clima” respondió la señora. Ali comenzó a disgustarse pero le buscó el agua a la atrevida. “Gracias”, dijo aquella extraña mujer, que se convertirá desde aquí en pieza clave de esta historia.

II. La sangre llama

Días después Claribeth* acudió donde Ali y se encerraron a solas.
“Araceli –dijo ella en tono serio- la señora de aquel día está preocupada por ti. En ese vaso de agua vio una enfermedad, que si tú no actúas a tiempo, no conocerás a tus nietos. Dijo que quería verte. Vamos amiga es por tu bien”.
Araceli se inquietó. Dos veces no es coincidencia.
Recordó además que cuando su padre murió por problemas mentales –demencia- alguien mencionó a su madre que no fue accidental. Todavía no era su hora, se la provocaron.

Antes que al hospital, Araceli visitó con su amiga en Turbaco a la señora, que a partir de ahora llamaremos Manto*.

***

Lo primero que hicieron al llegar a Turbaco fue enclaustrarse con Manto.
“Viniste” dijo al tiempo que se desnudaba, para que las dos señoras comprobaran que no escondía nada.
“Quitate la ropa”. Asustada asintió. Claribeth buscó una palangana con agua, un paquete de algodón y cigarrillos.
Manto inspeccionó pronunciando un rezo el cuerpo desnudo de Ali.
Detectó el problema en el seno derecho. Inmediatamente con una bocanada de humo, alzó el seno y dispuso debajo un pedazo de algodón, que Ali recuerda blanco.
Pasó casi una hora.
Sorprendentemente el algodón emergió empapado de sangre. Una sangre casi negra y abundante, que emanaba a borbotones tiñendo la palangana de rojo intenso.
“Usted tiene cáncer en este seno, pero si va al médico y se opera, probablemente morirá. Espere mi ayuda y con el favor de Dios se podrá operar”.
Palabras mantianas que iniciaron un calvario.

***
Manto visitaba ahora a Araceli, al tiempo que ella acudía donde médicos que por cierto no detectaron su cáncer. Solo José*, el hermano menor especializado en ginecología y obstetricia, pudo localizar la masa quística infectada que constituía el problema. La sangre llama. Durante un tiempo Ali alternó las quimioterapias requeridas y las terapias de manto. Recuerdo que perdió su cabellera, y el brillo de su mirada se opacaba progresivamente, pues Ali pertenece a mi familia.

Las terapias mantianas, a parte de prepararla para la intervención, le revelaron algunas cosas. "Manto dijo que mi madre no murió naturalmente. A ella le practicaron un infarto supuesto, y la responsable resultó una conocida de la familia, que quería atrapar a uno de mis hermanos eliminando las interferencias…ya no sé ni que pensar”,pronuncia sobre un asunto de gravedad, revelado por alguien que no se sabe si trabaja para el de arriba o el de abajo.


Dice Ali que en su última visita Manto le extrajo de su seno, como especie de ratoncitos recién nacidos. Era algo repugnante. “Otro día –cuenta- del mismo seno salió un sapo, y una cantidad de rarezas que uno no sabe si creer reales o ilusiones del momento”. Al extraer todos esos seres, Manto aseguró que ya estaba lista para operarse satisfactoriamente. No seria necesario amputar todo el seno, pues lo infectado correspondía a una porción mínima.

-Confío en ti… ¿En Dios o en Manto?

III. Dios Vs Hombre

Al abrir sus ojos y restablecerse de la cirugía, Ali se percató de la ausencia de su seno derecho. Lloró.
Le agradeció al creador por su vida.

José su hermano que participó en la intervención, decidió amputar todo el seno previniendo lesiones futuras y la incomodidad sensible en la porción que quedaría del mismo.

Ali se acostumbró a su nuevo cuerpo. Perder un seno es difícil para toda mujer. Lo superó distinto, pues no atendió a los complejos estéticos y afectivos que sentiría cualquier fémina, al considerar que los hombres se ahuyentarían ante medio busto. Ella sabía lo que quería y tenía, por eso la aprobación y afecto de un padrastro para su hija, no fue menester para sentirse y realizarse como mujer.

De esta experiencia, Ali atribuye su vida a un milagro pues está convencida que hubo una intervención divina.
***
Si bien el esoterismo y lo oculto cobraron parte de la historia, no podemos ignorar –los que creemos- el papel de Dios, juez absoluto que dispone sus instrumentos –como la ciencia o la medicina- a disposición de su voluntad.

Según la palabra, el dúo oculto-divino no es compatible “No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia. Ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos” Deuteronomio 18; 10-11.

Algunos hombres desean emular a Dios, decidiendo sobre el futuro y la voluntad ajena por medio de trabajitos, hechicerías, aseguranzas, santerías etc. Que la gente confunde con milagros.

Actualmente Araceli como servidora de Dios, reconoce que falló al entregar su enfermedad en manos del hombre y no propiamente de Cristo.
“Espero que mi testimonio, los haga creer y sobretodo respetar a Cristo, quién es el único que los ama”.

Por mi parte no creo en lo casual, ni en brujos, ni en mística. Yo también creo en Cristo y sus milagros.
Y tú querido lector ¿En qué crees
?

4 comentarios:

CASSANDRA dijo...

sin duda alguna me atrapaste, siempre me ha gustado la manera como escribes y en este texto expones claramente tu estilo. Creer o no, una discusión que llevaría mucho tiempo esclarecer... pero bueno se trata de generar los espacios no?
sUPER aNY PaRK

Anónimo dijo...

Felicitaciones...
Ana María, ese escrito es fantástico...no sé cómo haces, pero haces que sienta ganas de leer toda la historia...y también, de una segunda parte...en cuanto a creencias, pienso que tomaría mucho tiempo(tal vez indefinido) poder justificar nuestras creencias y compartirlas con otros.Creo que existe un ser supremo que rige nuestra existencia, pero no rindo culto a nada...sencillamente vivo la realidad física.Felicitaciones de nuevo, prima.

Anónimo dijo...

uyyy mary..... se estan enamorando de ti

MSD dijo...

Solo creo en la fe del hombre en el bien.