viernes, 19 de septiembre de 2008

Catalina


Ay Cata, mi china hermosa, no veo la hora para salir de este monte y llenarla de amor. Tan intenso exhaló Rojas como Jesucristo en su último suspiro.


Lo hacía en las guardias nocturnas. Un encuentro mudo y arrítmico entre su sexo en explosión, su tacto y de vez en cuando insectos morbosos. Esa noche extrañó tanto a Cata en las tinieblas, que despertó con el estrépito, a sus compañeros de pelotón.


- Mire doble hijueputa, me levanto arrecho por ese grito gonorrea pensando que le ha pasado algo, y lo veo a usted maricón agachado con la mano llena de leche. Déjese de huevonadas.
- Discúlpeme Iván. No vuelve a pasar.

Se puso Rojas en pie, cerrando su bragueta. Iván era bipolar. No había despertado su ser. Despertaba su bestia. Esa que le hacía ser temido por los seis bandidos del Bloque Noroccidental que lo acompañaban en ese instante.

- Seguís arrecho? Vení también Martínez!


Con fusil en mano y ofreciendo un cóctel de muerte, el comandante intimó la unión de Rojas y Martínez, sus guardias de turno, obligando a los demás compañeros del Frente a presenciar una orgía dolorosa embriagada de vómitos y lágrimas.


Iván sintió placer con esos cinco minutos de carnicería. Los demás celebraron con hipocresía su gran hazaña. El par vulnerado permanecía silente en la tierra. Otra noche más en este monte.


***
Ya es de mañana. Ya falta menos Cata. Rojas y su pensamiento perenne terminaron su guardia.


La mañana los saludaba desnudos. Había acabado el castigo. Iván durmió bien. Estaba de buen ánimo. Cómo pasaron la noche? les devolvió sus camuflados y sus armas.

Caminaron toda la mañana. Instalaron otro campamento. Le asignaron a Rojas el cobro de vacunas en una población campesina, pero lo pospuso para relajarse. Todo le sabía a mierda. Ya no le importaba si lo encontraban los militares de la zona. Hoy no quería disparar. Hoy no quería matar. La vida que había entregado a las FARC no tenía sentido después de esa noche. Se tomó un café y escuchó la radio local. Llamó a Catalina.


***
Regresó al campamento pensando intermitente en su amada. Otra noche de guardia, otra noche de paja. Otra noche con Iván. Otra noche más en este monte.


***
Es de mañana. Los militares del pueblo estrechan la mano de Iván Ríos. El Bloque Noroccidental se disuelve. Catalina parte a buscar a su amado. Su amado la invoca inmortal.


Es de mañana. No se escucha en el monte la voz chillona de Iván. Ni las viles voces de su fusil. Sólo se escucha el crujir de los insectos morbosos que una vez acompañaron a Rojas, descomponer su cuerpo inerte.

1 comentario:

Miguel David dijo...

severa orgia de sucesos desconcertantes