lunes, 1 de septiembre de 2008

La batalla del chocolate



Ahí está la gorda esa cocinando otra vez. Y yo acá en estas tinieblas pestilentes pasando cable. Ummm qué preparará esta noche? Lo mismo que come todas las noches Pinki, contesta el amargado de mi hermano que se alista para salir a rumbear con las cucarachas champetudas. Me invita, pero lo rechazo. Soy un ratón bohemio. De vez en cuando me gusta la lobería. Pero hoy es jueves. Día de distracción y de un exquisito manjar.


Me asomo por una esquina. Y recorro la cocina sin que ella se percate. La casa está sola. Mi peor enemiga, la anciana de los rulos se ha ido. Mínimo estará en la iglesia pidiendo perdón por todos mis familiares muertos. A esa le tengo miedo. En las tinieblas la llaman la dominatriz del veneno.
Nuevamente veo a la gorda. Está calentando la leche. Mi instinto huele a chocolate espumoso con cubitos de queso. Qué delicia, eso espero. Hoy no estoy dispuesto a comer sobras. Atacaré a la gordita justo cuando sirva el chocolate. Me han dicho que es miedosa. Ahh claro, ya recuerdo. Es aquella gritona que perturbaba mis sueños. Y yo que pensaba que eran gritos de bruja. Ahora con mayor razón la ataco. Pilas que está licuando el chocolate! Me voy ya para el mesón.


Aaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyy. Anda, la boba salió corriendo. Y ahora estoy frente al pocillo contemplándolo. Auch pero está hirviendo. Esperaré un rato.


Mierda y ahí volvió la gorda con un periódico. Muere malparido ratón, dice ella en su lengua tribal. Y me toca huir. A la estufa nuevamente. Mierda que hago? Se va a tomar mi chocolate. De verdad quieres ese chocolate? dice Rapelito. Claro, no puedo perder, le dije. Sólo me pone de condición realizar un reguero en el mesón.


Cuando la gorda pelo de tigre le pegó el primer mordisco al pan, salió volando Rapelito. Ella no lo había visto, hasta que sintió un aleteo zumbador en su piel. Ésta vez gritó con más fuerza que antes y se encerró en el baño ensañándose con Jesucristo. El chocolate se enfriaba.


De repente salió del baño la gorda. Y subió al cuarto a buscar armamento y protección. Llegó con cuidado a la cocina, donde la esperaba Rapelito con sus ojones misericordiosos y sus antenitas que la señalaban firmes. El miedo profundo que vi en la expresión de la gorda, fue similar al que sentí hace días cuando el morenito flatulento intentó aplastarme.


***
Querido diario: Por esta noche me sentí rey de la cocina. Dejé mis huellas en los panes, en una torta, en la bolsa de harina Pan, ayy estoy que me reviento. Me dio pesar por el chocolate. Fui incapaz de probarlo. Debía respetar su santo sepulcro. Murió Rapelito por hambiento sumergido y atrapado entre las natas tibias y el queso.

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